Veni, vidi, vinci

"Que hablen mal de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen".
Oscar Wilde

Uno de los presidentes más exitosos en la historia reciente de Estados Unidos pero, a la vez, uno de los más polémicos, no con otras palabras podría describirse a Bill Clinton precisamente cuando cierra un ciclo de ocho años de poder en la Casa Blanca.


Clinton, con una mezcla de carisma, olfato político y mucha suerte, fue despejando las dudas sobre su capacidad de gobierno. Fue amasando logros que comenzaron a hablar por sí solos y que hoy le permiten despedirse del país, con uno de los índices de popularidad más altos que se recuerden.

Bajo su presidencia, Estados Unidos registró la expansión económica más larga de la historia (115 meses de crecimiento consecutivos), se crearon más de 22 millones de puestos de trabajo (un número nunca antes alcanzado por anteriores administraciones), se consiguió la tasa de desempleo más baja en 30 años (4 por ciento), se redujo la criminalidad a su nivel más bajo en 26 años y se pasó del déficit fiscal más grande de la historia al superávit más cuantioso hasta la fecha (237 mil millones de dólares).”

Bill Clinton, personaje tremendamente popular y carismático, ha estado revestido de sombras muy particulares: un comportamiento a veces adolescente. Sus mentiras, sus debilidades, lo han mostrado, a pesar de su poder, como un hombre vulnerable y, necesitado de una gran dosis de afecto. Quizás a Clinton como a nadie se le podría aplicar la frase que todo hombre tiene tres vidas: una publica, una privada, y una secreta.

Sin embargo, con todos sus defectos, los ciudadanos comunes de la nación del norte parecen admirarlo mucho. Aprecian no sólo algunos de sus éxitos como gobernante, sino quizás cierto reconocimiento de sus errores, un intento de manifestarse sencillo y cercano al pueblo.

"Los viejos soldados nunca mueren, se contentan con desvanecerse", sostuvo un emocionado Douglas MacArthur en el Congreso de los Estados Unidos, palabras que entonces provocaron una intensa ovación por parte de los parlamentarios. Cincuenta años después otro norteamericano, no precisamente soldado, se retira del escenario aunque sin duda no lo hará del primer plano. Después de cumplir sus dos períodos constitucionales, Bill Clinton, bastante joven aún, abandona la presidencia de los Estados Unidos. Quizás no sin razón Boris Muñoz, tituló un interesante trabajo que puede describir a ese hombre como “demasiado humano para ser Dios” A los 54 años tendrá muchas opciones para escoger a qué dedicarse. Por ahora, quedarán para la historia sus intentos de lograr un acuerdo definitivo entre israelíes y palestinos, su preocupación y mediación para que se lograra en Irlanda el llamado "Acuerdo de Viernes Santo", el decidido impulso del Nafta, su fracaso en la reforma al sistema de salud norteamericano, su esfuerzo por restringir en su país el derecho a la compra de armas y su decisión de suscribir el Tratado Penal Internacional.

“Una vez que supere sus problemas con la justicia y haya rehecho sus finanzas personales, “el chico que siempre se recupera” volverá, de alguna forma, a la política. Éste será el principal consejero de la señora Clinton, para intentar el salto a la Casa Blanca; él, ya, como “primer caballero.”

Sin duda alguna Bill Clinton al estrenar su nueva casa de Washington podrá decir en lo mas adentro de su alma "veni, vidi, vinci" ("llegué, vi y vencí").