¡Ave Caesar, morituri te saludant!

"Cuando me desespero, recuerdo que a través de la historia los caminos de la verdad y del amor siempre han triunfado. Han habido tiranos, asesinos, y por un tiempo pueden parecer invencibles, pero al final siempre caen. Piensa en ello.... SIEMPRE!"
Mahatma Gandhi

Los cinco poderes del Estado, amenazan con seguir siendo uno y solo uno. A esta conclusión se llega luego de observar el debate y las decisiones de la Asamblea Nacional, en torno a una de las cuestiones más delicadas del Poder Legislativo: el método, la forma y el contenido de una Ley Habilitante que le otorga al Jefe del estado (ahora convertido en Führer) una habilitación que le permita legislar (gobernar) por decretos.

Andrés Eloy Blanco tenía una fórmula para describir aquello que era inexplicable, contradictorio, o simplemente, anómalo. Lo resumió en una copla que decía: “Cosas que no son de ley / siempre terminan en fiasco / mujer orinando en frasco / y negro inscrito en Copei”. De la revolución bolivariana, participativa y protagónica, podría decirse algo semejante: a partir del 1 de febrero los venezolanos entramos en un pandemónium de vastas proporciones. Sea cual sea la suerte de los decretos de Chávez, el país está absoluta y totalmente dividido. No se trata de las discrepancias, afinidades o coincidencias en torno a un personaje; se trata de mucho más que eso.

La división separa a quienes tienen una concepción contemporánea de la sociedad y del papel del Estado, de quienes lo consideran, en términos decimonónicos, como el factor predominante y exclusivo, en torno al cual deben girar todas las actividades de los ciudadanos. Es una división entre el pasado y el futuro; entre quienes perciben los cambios con lucidez, y entre quienes sustentan la idea de que la única posibilidad de cambio social depende de los designios del Estado.
Ante la adversidad y la opresión de los pueblos, muchos y grandes hombres han mantenido una firme y resuelta dirección. Valdría la pena rememorar a Winston Churchill cuando expresó: “Solo puedo ofrecer sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. Ante nosotros se alza una prueba de las más duras; tenemos ante nosotros largos meses de lucha y sufrimientos. Me preguntáis cuál es mi política. Os diré: presentar batalla por mar, tierra y aire, con todo nuestro poderío y con toda la fuerza que Dios nos conceda; presentar batalla a una monstruosa tiranía. Esa es mi política. Me preguntáis cuál es nuestra meta; sólo puedo contestar con una palabra: victoria, la victoria a cualquier precio, victoria a pesar del terror, victoria por muy largo y duro que sea el camino”.
Por más difíciles que sean los tiempos en estas aciagas horas que vive nuestro país, no podemos convertirnos en unos autómatas pragmáticos y dejar a un lado nuestros principios, nuestros valores, nuestras creencias ideológicas. Si le damos un vistazo al mundo de los profesionales jóvenes (a los venezolanos que andan ente los 30 y 40 años), en las más diversas especialidades, basta para comprobar el éxito obtenido, y algo más importante quizás, lo que ellos significan como la fuerza del cambio que la nación comienza a experimentar.

Ese cambio no será hacia atrás, ni hacia el estatismo de los tiempos de Juan Vicente Gómez, ni al estatismo de las décadas que nos separan de su dictadura. Ese cambio implica la modernización de la sociedad y de sus estructuras, e implica, sobre todo, modernización en libertad, porque como alega el economista Amartya Sen, sin libertad ni hay modernización, ni hay progreso, ni hay bienestar, y la libertad en sí es el mejor estímulo de las sociedades. Es precisamente la libertad y el progreso de una generación, de un país, lo que está en peligro y debemos estar resueltos a defenderla.

Es decir, que el pueblo debe pronunciarse antes de ser devorados por los leones. ¡Ave, César, los que van a morir te saludan!